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Ser humanistas

03 julio 2018

Escribió el poeta estadounidense, Walt Whitman, que la vida es lo poco que nos sobra de la muerte

Escribió el poeta estadounidense, Walt Whitman, que la vida es lo poco que nos sobra de la muerte y, humildemente, quiero agregar que toda rebeldía ante el odio, toda sublevación ante la barbarie y toda barricada ante la selección premeditada de quienes deben seguir o perecer, es una de las grandes obligaciones morales del socialismo.

No sólo debemos confiar en la bondad de los seres humanos, sino y, sobre todo, fomentarla con acciones que eduquen y venzan a la miseria de quienes divulgan aberraciones, concertinas, miedos y vejaciones garantizadas por la inacción política.

Todo ello es antagónico a una ideología que se ampara y reproduce en la igualdad, la fraternidad, la libertad, el humanismo y la justicia social. Nadie, que no sea un asesino serial, puede mirar a los ojos de una niña de siete años y dejarla morir en el medio del mar.

Nadie con una pizca de humanidad en su corazón, puede apartarse de la responsabilidad que implica salvar y dar cobijo a quienes huyen de la guerra, del hambre y de la miseria, exactamente igual que nuestras abuelas y abuelos, que huían de la guerra civil, de la pobreza y de la represión, porque España ha sido un país de exiliados forzados que buscaron y encontraron la solidaridad en otras partes del mundo.

No se trata de sentirse bien con uno mismo como pueblo, al rescatar de la muerte a más de 600 personas, 200 niñas y niños. No es una cuestión de caridad ni de autoestima. Es una lección de humanismo, un simple pensar y ejercer nuestro pensamiento en favor de la humanidad, sin fronteras, con ciudadanos y ciudadanas del mundo que huyen por culpa del mundo rico que los empobreció, maniató y mutiló en la búsqueda de nuestras frivolidades mercantiles, como consecuencia inmediata de la mezquindad que se multiplica inoculando el miedo en la gente.

Hemos podido rescatar de la muerte a quienes el resto de Europa dio la espalda, pero hemos dejado morir a miles y seguiremos, como continente, dejando morir a otros miles si no somos lo suficientemente fuertes, desde el punto de vista político, como para torcer la dirección de los países de la Unión.

Los compromisos hay que cumplirlos y saber no sólo que es un deber moral, sino una necesidad para países que se marchitan de forma acelerada y que son incapaces de garantizar la paz y el bienestar de su gente. Así que vivamos como una oportunidad para el futuro ser la esperanza de aquellos que lo perdieron todo. Un mundo sin fronteras sería un mundo en paz, todo lo contrario de lo que tenemos hoy, aunque, de vez en cuando, la sangre de los asesinados por la codicia no nos salpique.

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