Días pasados el periódico Extremadura publicaba el esfuerzo que está llevando a cabo el Ayuntamiento para recuperar, a través de una serie de celebraciones, la Festividad de San Miguel, y que, desde el año 1948 hasta 1986, tuvieron lugar unas Ferias y Fiestas de especial relevancia, en la tipología histórico-costumbrista cacereña, de especial relevancia social, recreativa y participativa. Creadas, en su día por el concejal don Juan Pablos Abril, y que muy pronto llegaron a lo más hondo de los cacereños.
Ahora el Ayuntamiento trata de buscar nuevos moldes festivos con una denominada Ruta de la Tapa de San Miguel, y, según la alcaldesa, Elena Nevado, tratar de recuperar en cierto modo el espíritu de aquellas fechas, que llenaba de sensibilidad y de alegría multicolor el recinto ferial, las casetas y las más variadas actuaciones como aquellas con las que despidieron las populares fiestas cacereñas cuando el Ayuntamiento de entonces, presidido por el alcalde Carlos Sánchez Polo, le dio el cerrojazo a unas ferias que ya habían calado, y de qué manera, en sus treinta y ocho años de vida.
Un momento, pues, ahora que ya tenemos ahí al lado la celebración de la festividad de San Miguel, para reflexionar sobre unas Ferias que, desde una perspectiva histórica, llenaron de ilusión y de vida. Una Feria que el pueblo cacereño acogió con una más que agradable calidez popular.
Una Feria viva, alegre, divertida, cálida, para todos, pequeños y mayores, y con una muy completa gama de actuaciones y atracciones que llenaban de color y de calor, de sabor festivo variopinto, las calles y el recinto ferial. Porque las Ferias de San Miguel ya habían comenzado a formar parte de ese calendario de tipologías feriales. Un ejemplo tan solo: Las de 1986: En las que se bailó al ritmo de la Orquesta Platería, se reió con Gila, se escucharon las canciones de Rocío Jurado, donde el flamenco se hizo un arcoiris con Carmen Linares, con Francisco Umbral pronunciando el pregón, donde actuó Nacha Pop, donde hicieron el paseillo Curro Vázquez, Luis Reina y Juan Mora, y donde miles de cacereños recorrieron el ferial arriba y abajo, con el estruendo y la confusión de músicas en una competición de altavoces, como siempre.
Pero la Feria de San Miguel murió muy joven con tan solo treinta y ocho años de vida. Justo cuando a principios de octubre del año 1986 la caravana ferial se despedía, ya para siempre, de la ciudad de Cáceres cuando llegó a arraigarse como una tradición de inveterado calado en las estructuras festivas, populares y humanas de la ciudadanía cacereña.
Y los últimos feriantes que habían colocado sus instalaches y cacharritos en el Recinto Ferial, con motivo de las Fiestas de San Miguel, abandonaban, en una caravana de silencio y despedida, y con las lágrimas parpadeando en el rostro y el alma de todos los cacereños y también, claro, de los mismos feriantes, nómadas, ambulantes y errabundos por el panorama festivo de la geografía provincial y nacional.
Ferias que un día nacieron en torno a la tradición ganadera, en el histórico recinto ferial del Rodeo, donde siempre se reunió una extraordinaria multitud en torno a sus tradicionales fiestas, y que unos treinta y ocho después, porque la vida y las decisiones políticas son así, convirtieron en pena las delicias de los cacereños que siempre aguardaban la apasionante llegada de los días feriales como un sueño de realidad crecido con un ramillete de ilusiones, de alegrías de risas, de felicidad, con la festividad participativa en medio de todo un gigantesco carnaval de atracciones.
Pero ese 1986 la caravana circense de las Ferias Septembrinas de San Miguel se despedía de Cáceres, dejando, atrás, la ciudad, sin tiovivos, ni noria, ni carruseles, ni caballitos, ni circos, ni puestos de churros, ni de chucherías variadas. Ya, sencillamente, no regresarían con su multicolor representación, en San Miguel, a Cáceres.
Una Feria que dijo adiós casi en silencio. Con el sentimiento y pesar de los cacereños, con la pena de la grey infantil, con la desilusión de los mayores. Y, relatan muchos, con incomprensiones.
La ciudad de Cáceres sintió en sus carnes la despedida a unas Ferias, las de Septiembre, en honor de San Miguel, que ya se habían abierto un hueco de sentimiento tradicional en la ciudad, gracias, sobre todo, al aplauso de todos los cacereños.
¿Cuándo volverán las Fiestas de Septiembre? ¡Va, pues, no obstante, un brindis por la Feria de San Miguel...! Aunque mucho nos tememos, por mor del paso del tiempo, que se va quedando poco a poco atrás, y por las escasas ilusiones de otros, que la Feria de San Miguel, que tanto marcó la vida de la ciudad de Cáceres, ya dijo adiós definitivamente.
Toda una lástima que comparten, todavía hoy, veintinueve años después, miles de cacereños, de diversas generaciones, que siguen sin entender cómo y por qué un buen días alguien decidió que se había terminado la siempre cacereñísima Feria de San Miguel, con la que tanto disfrutaron, sintieron, rieron y paladearon todos los ciudadanos.
El hecho evidente es que, al finalizar las Ferias y Fiestas de San Miguel, correspondientes al año 1986, los feriantes, con sus caravanas y atracciones multicolores, inundados por la nostalgia y el sentimentalismo, por la melancolía, como le pasó a un inmenso gentío del paisanaje cacereño, dijeron adiós, entre un puñado de lágrimas y de nostalgias, a una gran Feria que, desde sus inicios, caló de un modo profundo en lo más hondo de los sentimientos y de la ilusión y en el alma de una ciudad que aún, tanto tiempo después, continúa echando en falta y reclamando aquella feria septembrina.