Parece que andábamos, perdón, que yo andaba, mal informado. Y no fue ni el trabajo cinematográfico dirigido por Luis Buñuel, Las Hurdes, tierra sin pan, ni la visita que Don Alfonso XIII había efectuado en 1922 quienes“descubrieron” y mostraron al mundo las que parecían realidades estructurales de esta tierra extremeña. Porque tanto la una como el otro tiene un precedente más antiguo y quizás más objetivo.
El documental de Buñuel, de poco menos de media hora, fue producido en algo más de un mes de los comienzos de 1932, inicialmente mudo y con posterioridad la Embajada de España en Francia financió la voz en off y la música añadida,
La base en la que Buñuel se inspira se encuentra en un trabajo de antropología, en un estudio de campo de Maurice Legendre, quien a lo largo de diversas y prolongadas visitas había estudiado Las Hurdes durante cerca de veinte años en la que fue su tesis de doctorado en la francesa École des Hautes Études Hispaniques. Su trabajo, Las Jurdes: étude de géographie humaine, fue publicado en 1927. Con posterioridad, en 2006, la Editora Regional de Extremadura procedió a traducirla y publicarla en su totalidad, precedida de un estudio introductorio.
Para Buñuel, los hurdanos se encontraban en tan primario grado de desarrollo que hasta desconocían la existencia del pan. Su principal fuente de subsistencia se encontraba en las míseras cantidades que de diversas instituciones recibían a cambio de cuidar, de atender y alimentar a los niños expósitos que procedentes de las Casas de Expósitos de Cáceres y Salamanca les eran entregados.
Buñuel plasma en su documental un relato muy exagerado de las miserias presentes en las vidas de los seres humanos que pueblan las Hurdes.
Y en verdad, el documental solo recoge sólo elementos negativos presentados por Legendre en su estudio. Por ello, pese a que pocos han puesto en duda la magistral calidad cinematográfica del documental, fue tachado de partidista, tendencioso y falsario. Y algo, o mucho, hay de verdad. El propio Buñuel parece haber admitido que ciertamente había centrado su atención en lo más negativo, de tal forma que alguna de las situacionesrecogidas, pese a su propósito “de mostrar todo”, no eran reales, sino fueron provocadas, como el despeñamiento de la cabra o plena, consciente y hasta impúdicamente falseadas, como el funeral, el entierro, del bebé muerto en su ataúd blanco descendiendo por el río o el burro muerto por las picaduras de las abejas. Son escenas construidas a medida de sus necesidades y así, la cabra despeñada fue abatida por una escopeta pudiéndose visualizar el humo del disparo la propia película. Y el burro supuestamente muerto por las abejas y devorado por perros y buitres tiene las patas atadas. Era un animal enfermo que fue rociado de miel por el cineasta para atraer a las abejas.
Varios han sido los reproches recibidos por la manipulación de la realidad y el daño ocasionado a los hurdanos. Pero, sin entrar en valoración alguna, cabría también preguntarse si esa manipulación, en mayor o menor medida, de la realidad objetiva para reforzar los fines perseguidos no se produce en otros documentales.
Lo cierto es que a la inicial proyección en Madrid del documental asistió Don Gregorio Marañón, que en 1922 había acompañado a Don Alfonso XIII en su visita a Las Hurdes. Y el Dr. Marañón, Indignado por lo desagradable e injusto de las escenas mostradas, elevó su voz contra la obra de Buñuel. Al poco, el gobierno de la Segunda República, considerando la mala y falsa imagen que daba de España, prohibió su exhibición. En 1937, al estrenarse en Francia, ante la demanda del Gobierno francés y de la Prensa, fue retirada.
Una década antes de que Buñuel filmara su documental, en junio de 1922, Don Alfonso XIII iniciaba desde el Palacio Real su visita a la comarca hurdana. Su origen se encuentra en la promesa regia efectuada años antes a una representación de Sociedad Protectora Esperanza de Las Hurdes de que visitaría la región.
Esa Sociedad había surgido alrededor de 1903 en su entorno más inmediato de las Diócesis de Plasencia y de Coria, ocupándose desde sus inicios en demandar y exigir sanidad, escuelas, caminos, desarrollo para las Hurdes, al tiempo que buscaba divulgar la terrible realidad, llegando a celebrar, en Plasencia, 1908, el I Congreso Nacional de Hurdanos y hurdanófilos. Sin que olvidemos La jurdana de Gabriel y Galán
Al poco, 1913, Don Miguel de Unamuno centraba en las Hurdes uno de los capítulos de sus "Andanzas y Visiones Españolas" mostrando las condiciones sanitarias existentes. Otros informes de los doctores Gregorio Marañón, Goyales y Bardají, una “memoria sanitaria sobre el estado de Las Hurdes”, impresionan al Monarca y refuerzan su promesa de visitar la comarca.
El directo conocimiento regio de la dura realidad del territorio y sus gentes se plasmó en la inmediata creación del Real Patronato de la Hurdes, promesa que el Rey efectuó al que sería Cardenal Segura. Parece que su actuación, y la de otras iniciativas modificaron esa dura realidad inicial, de tal forma, que cuando en 1930, Alfonso XIII volvió a visitar las Hurdes, realizó todo su viaje en coche. Y de forma parecida, cambiaban hacia mejor las formas vivenciales de las poblaciones hurdanas y sus condiciones. Y sin omitir la publicidad dada al regio viaje y la divulgación de la extrema gran pobreza de las Hurdes.
Y es esa Sociedad Protectora Esperanza de Las Hurdes la que desempeñó un papel importante y significativo en todo el largo proceso de llevó a las Hurdes a ser una tierra semejante a la provincia y a la región en que se asienta. Antes que las palabras de Unamuno, que el informe de Marañón, que la visita de Alfonso XIII o el documental de Buñuel, fue esa Sociedad Protectora la que puso el dedo en la dolorosa e injusta llaga de la pobreza hurdana.
La Sociedad, fundada por Francisco Jarrín y Moro, canónigo salmantino y más tarde Obispo de Plasencia, por Ramón Perís, Obispo de Coria, por Rafael Durán, Diputado a Cortes por Hoyos y otras destacadas personalidades, entre las que figuraba José María Gabriel y Galán y el apoyo formal de los representantes en Cortes de Cáceres y Salamanca, así como los Alcaldes, Secretarios y Eclesiásticos de las Hurdes. Y para servir como difusora de sus intereses y proyectos, se crea Las Hurdes, Revista Mensual Ilustrada, editada en sus 52 números entre 1904 y 1908.
A lo largo de los meses de los últimos meses, el Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo (MEIAC) ha ofrecido a sus visitantes una exposición "Páginas de Sangre. Las Hurdes. Revista Mensual Ilustrada", en la que se rinde homenaje a la Sociedad que la propició y a la propia Revista, presentando un rico y variado conjunto de las fotografías que en su momento se incluyeron en ellas.
Se exponen reproducciones de un conjunto de fotos publicadas en la Revista, obras del hispanista francés Roberto Braun y del fotógrafo salmantino Venancio Gombau, y otras anónimas, mostrando paisajes, gentes y oficios.
Los propósitos de los redactores quedan meridianamente claros en las palabras de su primer Director, Francisco Jarrín que iniciaba el número 1.º, Lunes 22 de Enero de 1904 con una solemne y sencilla declaración al interrogante -¿Nuestro Programa?- que se planteaba:
“Cultura y civilización para los cuarenta y dos caseríos hurdanos sumidos en la soledad de la montaña y en la más triste soledad de la pobreza y la deshonra.
Intentamos llevar a las Hurdes los tres factores que envuelve el genuino y hermoso concepto de civilización: iglesias, escuelas y caminos. Iglesias donde se modele el alma hurdana en el maravilloso troquel de la virtud y la honradez; escuelas donde se eduque al niño y se forme al hombre útil a la sociedad y el ciudadano digno de su patria y de su historia; caminos que rompan los duros canchales y sean vías por donde salgan a otros mercados los exquisitos productos de esta tierruca, y sean también medios de comunicación, paso abierto al vivir moderno y a las ideas y progresos que han alcanzado las nuevas generaciones.”
La iniciativa del MEIAC, (el material expuesto ha sido producido por el Centro de Documentación de Las Hurdes y por el propio MEIAC, con el patrocinio de la Fundación Caja Badajoz) ha venido a hacer justicia histórica y a publicitar una realidad a lo peor poco conocida, rememorando aquella iniciativa que podría ser considerada como el paso inicial del largo proceso que acabaría, ya en tiempos más cercanos, con la lacra hurdana, incorporando la tierra y los hombres a la normalidad. Sólo por ello, y por las otras muchas iniciativas que encabeza, le ruego acepte mi felicitación.