Sucede que a veces no salen las cosas como las tenemos planificadas. En esas ocasiones no está de más pensar en cómo gestionar la frustración que produce ( o que nosotros hacemos que nos produzca).
Es, a mi juicio, fundamental tener clara la manera de poder salir con éxito de situaciones problemáticas. Es la clave de la negociación de una realidad que provoca angustias o ansiedades que deberíamos tratar solventarlas.
De esta manera, se puede tener delante un escenario que nos disgusta. Algo que no teníamos previsto. Una respuesta inadecuada a unos estímulos que pretendíamos conseguir y que, sin embargo, salen de manera muy diferente a la prevista. Es entonces cuando suele originarse un estado de frustración que, insisto, es necesario saberlo gestionar bien.
Ya hablemos de la vida pública, de la política, como de los acontecimientos que nos rodean, todos pueden seguir una dinámica parecida.
Ante un hecho que logra nuestra más profunda preocupación, lo habitual es ver entre los que tienen la responsabilidad de solucionarlo, alterarse, tirar balones fuera, escurrir el bulto o echar la culpa, no sólo a los demás, sino también a cuestiones tan neutras como generalizar el reparto de los compromisos ( es decir no son de todos, luego no son de nadie).
Otro escenario frecuente es entrar en modo pánico. Ver de repente todo oscuro con predominio de estados pesimistas. Esta negatividad lo único que logra es perpetuar el desastre y por consiguiente, consolidar el estancamiento, cuando no el retroceso.
¿Qué propongo? Algo que no es fácil de asumir. Mantener la tranquilidad. Tener paciencia. Tomar la iniciativa con posibles nuevas alternativas.
Y cuando nada de ello sea posible, asumir que las cosas no tienen porque ser siempre como nosotros queremos. Dicho en lenguaje coloquial “ no siempre se gana”. Reconocer que nos equivocamos en nuestras previsiones y sobre todo, prepararnos para nuevos proyectos o bien para paliar las consecuencias de los presuntos daños producidos.
En el extremo contrario, no podemos obviar que también podemos conseguir llegar más allá de lo que hayamos imaginado. Son situaciones en las que, pese a lo pronosticado, el resultado es mucho mejor del planificado.
O bien, nuestras acciones ocasionan interferencias en otras que tienen ahora que desviar sus objetivos. Son momentos en los que, de igual manera, debe predominar la sensatez en el sentido de interiorizar que la otra parte puede tener esa sensación que hemos ido describiendo a lo largo de toda la columna..
Es decir, ante una situación que nos genere frustración, yo optaría por luchar, en la medida de lo posible, por aminorar todo lo que sea insistir en el pesimismo.
En definitiva, y como cantaba hace años Siniestro Total: “ ante todo mucho calma”.