Martin Luther King fue asesinado en 1968. Su motivo, ser fiel defensor de los derechos civiles de los afroamericanos. Años antes, sus palabras en el histórico discurso en Washington, el 28 de agosto de 1963 ante el monumento a Abraham Lincoln y 250.000 manifestantes que participaron en la marcha por el Trabajo y la Libertad fueron: «Sueño que mis cuatro hijos pequeños vivirán algún día en una nación donde no se les juzgará por el color de su piel sino por las cualidades de su carácter». Es uno de los discursos más memorables de la historia de Estados Unidos y es recordado a menudo en multitud de ocasiones.
Sin embargo, cincuenta años más tarde las actuaciones de racismo siguen produciéndose, mostrándonos hoy a través de imágenes en televisión la salvaje muerte de George Floyd, un afroestadounidense de cuarenta y seis años a manos del oficial Derek Chauvin, quien en una atroz actuación mantuvo la rodilla presionada contra la parte posterior del cuello del chico durante casi ocho minutos en lo que se suponía que era una detención hasta que finalmente éste dejó de hablar y moverse.
La muerte de Floyd ha desencadenado masivas y violentas protestas en más de cuarenta ciudades a lo largo del país así como la imposición de toques de queda por las autoridades en decenas de estados. No es la primera vez, obviamente, que en Estados Unidos se produce la muerte de un ciudadano negro a manos de un policía pero sí es una de las que mayor repercusión está alcanzando a nivel mundial.
La consternación ante un acto de tal calado te invade, eso es obvio. Sin embargo, es verdaderamente complicado hablar de un tema tan delicado como es el racismo y más aún sin que te acaben calificando de xenófobo, supremacista o incluso a veces todo lo contrario. Pero es curioso que cuando ya habíamos empezado a acostumbrarnos a llevar la mascarilla de repente se produce un hecho que ha causado tan tremenda relevancia en otra enfermedad, el racismo.
Algunos autores como el escritor, Nicholas Kristof afirma que hay una evidencia abrumadora de siglos de subyugación racial que todavía dan forma a la inequidad existente en el siglo XXI. Otras voces defienden que sigue habiendo notables diferencias de ingresos entre blancos y negros. Tal diferencia de ingresos posiblemente sea resultado actual de la esclavitud pasada. En cambio, los puertorriqueños no tienen tantos ingresos como los japoneses estadounidenses, los mexicoamericanos no tienen tantos ingresos como los cubanoamericanos. Todo tipo de personas no tiene tantos ingresos como todo tipo de personas, no solo en los Estados Unidos, sino en países de todo el mundo. Y la mayoría de estas personas nunca fueron esclavizadas.
El problema está tan extendido que, sin embargo, resulta que la “ubicación de la culpa" actualmente no tiene sentido.
Otros autores como Coleman Hughes, en su artículo en Quillette, The Racism Treadmill, habla de la realidad estadounidense en la lucha contra el racismo y defiende que aunque la consecución de los derechos civiles a diferencia de Europa, en Estados Unidos es realmente reciente, se ha avanzado mucho en materia de racismo. Es a partir de 1910 cuando este país recibió la mayor oleada de inmigrantes procedentes de medio mundo y donde actualmente la población afroestadounidense compone casi el 20 % de la población total de Estados Unidos. No lo pongo en duda, pero no es argumento suficiente y menos aún en estos momentos cuando el comportamiento o comentarios de algunas autoridades, el abuso de poder de determinados oficiales de policía o las actuaciones de ciertos individuos son indudablemente xenófobos.
Actualmente podemos exponer distintas causa de discriminación racial como pueden ser la diferencia de ingresos, la precariedad laboral, las circunstancias socio-económicas, culturales, los motivos ideológicos o el legado de liberalismo, como establecía Thomas Sowell. La razón actual sinceramente la desconozco. Mi convicción es que es necesario combatir el racismo sistemático y los prejuicios raciales en el marco del sistema de justicia penal. Comenzando por emprender investigaciones independientes que garanticen la rendición de cuentas en todos los casos en los que la policía haya hecho un uso excesivo de la fuerza como así defienden numerosos expertos en derechos humanos de las Naciones Unidas.
No es un problema que afecte únicamente al país norteamericano aunque diaria y continuamente esté en los medios de comunicación. Es indispensable por ello desechar la demagogia, leer y contrastar. Necesitamos educación y concienciación ante un problema de tal magnitud y que nos afecta a todos como sociedad, no sólo a Estados Unidos.
Por favor, lean Matar a un ruiseñor, de Harper Lee. Principalmente por los motivos raciales, clase social, prejuicios, violencia, hipocresía y la lucha por la justicia.
Racismo, un problema de todos.
Antonio Batalla.