De no saber dónde ir de vacaciones, sumidos en la inseguridad de la dichosa "innombrable" y de la ostensible incertidumbre por los habituales cierres perimetrales de los bemoles, acabamos optando por quedarnos en nuestra maravillosa tierra: Extremadura, claro. Y digo maravillosa porque sinceramente lo es. Deberíamos intentar merodear más por ciertos lugares de nuestra región y quedar así fascinados por esta naturaleza, las poblaciones y nuestra gente acogedora. No, no es imperativo viajar al Ibiza estival, al Madrid navideño o al Sevilla semanasantero.
Pues sí, al final tiramos para Sierra de Gata, mi mujer mi hijo y yo. Y qué deciros. Hablar de este lugar es hablar de aire limpio, de sabores, dulces y salados. De gente excelente y más resistente que la Piedra montá. De mucho verde. De agua a borbotones, por todos lados. También de amor, de amor y felicidad. Y por supuesto de una tierra dura de la que muchos emigraron por entonces por necesidad, evidentemente y la que hoy da una oportunidad al viajero y al que quiere venir para permanecer aquí, para siempre.
Porque mencionar Sierra de Gata es también hablar de Eljas, que me recordó a algún pueblo asturiano o Trevejo, un lugar idílico desde donde se divisa media provincia y parte de Portugal, o San Martin de Trevejo, una belleza en cualquier recoveco, (me encantó su plaza) o Gata, su arquitectura nobiliaria y encanto, también Villasbuenas de Gata, qué preciosa piscina natural. Y cómo no, Villamiel, Valverde del Fresno, Hoyos o Acebo con sus calles estrechas asombradas, sus balcones de madera, sin duda, sitios para perderse.
Es también notoria su ganadería: de vacas, ovejas y cabras, principalmente. De pequeñas huertas donde se siembran tomates, pimientos, cebollas o calabacines. De frondosos bosques de robles, pinos, castaños, olivos, acebos, jaras, tomillos y brezos.
Y qué decir de su espléndida gastronomía. De productos como la miel, el aceite de oliva virgen extra, el vino o el queso de cabra. Todos ellos son sinónimos de alegría y ocio, en cenas de verano y comidas pegados al charco de agua, en meriendas bajo el castaño, en actos triviales que dan sentido a la vida.
Solamente recomendar un vino de Sierra de Gata que me gustó y mucho: Trasantier Blanco 2014.
Turismo regional.
Antonio Batalla.