La sociedad rural española del siglo XIX permitía que la vida de sus intérpretes transcurriese jornada tras jornada sufriendo la condena de la pobreza, la violencia, el alcoholismo y la delincuencia. Los delitos contra la propiedad eran por aquel entonceslos más numerosos, adoptando en los territorios de las zonas rurales la forma de bandolerismo. En la boscosa localidad de Valverde del Fresno, sus habitantes paseaban por calles llenas de barro debido a la abundante pluviosidad de la zona, allí vivían ymantenían el conjunto de relaciones vecinales que protagonizaban una conflictividad nada ajena a las tensiones de su tiempo. Quimeras, riñas entre campesinos, faltas y agresiones entre vecinos, peleas en tabernas, fiestas que acababan en reyertas y múltiples intervenciones de los serenos... a menudo iban de la mano con injurias, calumnias, agravios sexuales, vejaciones y todo lo relacionado con la honra y el honor.
En el año 1842 vagaban en la Sierra de Jálama cuatro pavorosos bandidos desde hacía algunos años, los cuales consiguieron atemorizar a todo el país sin que el Gobierno pudiese capturarlos. La gran habilidad de estos malhechores en su oficio les llevó a apresar a dos hacendados de Valverde del Fresno pidiendo un rescate de diez mil duros. Sin embargo, este no sería el primer gran caso de bandolerismo que estos cuatro individuos llevaron a cabo en la localidad.
En el año 1839 el alcalde constitucional de Valverde del Fresno comunicó que la partida de escopeteros, dirigida por el comandante Tiburcio Lajas, que supervisaba dicha villa, se encontró al salir el sol con estos cuatro latrofacciosos en la choza del abad de Cuadrasales (a media legua de la población). Los escopeteros les atacaron sin resultado, la posterior persecución se desarrolló entre los territorios llenos de fragosidades que rodean a la localidad, y fue necesario el refuerzo del comandante de la Guardia Nacional D. Francisco García, junto con varios individuos de su mando y la brigada de carabineros sita en ese punto. Todos los esfuerzos fueron en vano, pues no se logró apresar a los bandidos, únicamente requisaron de su guarida tres capas, una manta, tres sombreros, dieciocho panes, dos botas con vino, peines y un espejo.
La vida transcurría en la localidad con normalidad a pesar de sufrir el azote del bandolerismo debido a la condición de frontera permanente y la montañosa orografíaque le caracterizaban. En el año 1852 otro acontecimiento conmovió a esta serena villadonde aún se fala y se producen tanto trasiegos de pueblos como mezcolanzas de sangres. El cura párroco de dicha localidad, mientras se encontraba ocupado en la caza muy cerca de Valverde, fue sorprendido por varios malhechores que le raptaron y llevaron entre los montes y los subterráneos que contienen las sierras confinantes a Portugal. El monaguillo que acompañaba al párroco fue enviado para entregar unas lacónicas líneas diciendo que debían remitir a los bandidos 200 onzas de oro para elrescate. La noticia llegó al juez de primera instancia del partido, el cual se personó en la localidad. La afligida familia del secuestrado ofreció la cantidad de 40,860 reales. Transcurridos algunos días, noticias vagas circulaban por los pueblos asegurando unos que el párroco aún existía y otros que su cabeza cortada se hallaba suspendida en un árbol. Finalmente, fue un pastor portugués quien encontró el cadáver corrompido del señor cura junto a un regato en el reino de Portugal. Una tropa salió en su busca y efectivamente, sin pantalón y en ropa interior, se encontraba el difunto en el lugar indicado por el pastor. Los forajidos desaparecieron, así como uno de los encargados en conducir la suma de dinero indicada a los bandidos para evitar este trágico desenlace.
La historia social del siglo XIX en Valverde del Fresno, como en cualquier otro lugar de material rural de España, se caracterizaba por la remisión de la violencia política, y por el alza de hurtos en propiedades, generalmente de alimentos. Sin embargo, de cuando en cuando, acontecían en esta villa extravagantes casos de bandolerismo como los descritos en este artículo, los cuales bien pudieron convertir el selvático Valle de Jálama en un territorio merecedor de la acción del mismísimo Barquero de Cantillana.