Nuestro modelo productivo y la concatenación del la fase expansiva del “ladrillo” con la contractiva, que ha seguido con su agotamiento, han supuesto un grave mazazo para el sistema educativo.
La educación es la base que construye en nuestras vidas un camino que nos permite transitar hacia nuestros objetivos, a lo que queremos ser, a lo que pretendemos hacer. Ese camino se recorre más y mejor cuando es ilusionante, si conecta con nuestros intereses, si contribuye a la percepción de que sirve para llegar a un buen destino.
Entrando en la primera parte. La fase expansiva, de crecimiento económico, del modelo instalado alrededor de la construcción, ha tenido un efecto negativo para la educación. El carácter especulativo, la idea de la prevalencia de lo financiero sobre lo productivo, la ilusión del dinero fácil y rápido frente a la idea del trabajo continuado, no acompañan bien a la educación. La educación es una tarea lenta, de muchos años, y sus resultados no se consiguen pronto y sin esfuerzo.
La necesidad de gran cantidad de mano de obra directa e indirecta en el sector de la construcción y los altos beneficios dieron lugar a la subida considerable de salarios en puestos de baja cualificación. En estas condiciones el balance de la rentabilidad de la inversión personal en educación se debilita. Esta afirmación se puede constatar al observar el impacto de género que ha supuesto en resultados educativos, ya que en esta fase se acentúan considerablemente los datos de ‘abandono escolar temprano’ muy superior en hombres que alcanzan su pico en el año 2008 –con el 38% frente al 25,7% en mujeres.
Los mejores resultados educativos en mujeres, tienen como causa diversas variables, pero no podemos olvidar, en este contexto, que el tipo de empleo que se produce en el sector de la construcción está muy masculinizado. Las expectativas sobre la rentabilidad de la inversión en educación son muy superiores en las mujeres, ya que para ellas, la educación es percibida como una manera de avanzar en su situación económica, en su libertad, en sus derechos; mientras tanto el sistema productivo, por el contrario, no les ofrece buenos salarios con baja cualificación. Habría que añadir que como el resultado educativo de las mujeres es superior, el modelo productivo y social son injustos al consentir las brechas de género, y por otra parte ineficientes al desaprovechar el talento femenino.
Si esta primera fase, la expansiva, tuvo consecuencias negativas, lo que vino después ha tenido efectos desastrosos que se manifiestan de manera inmediata y mediata. La lógica consecuencia de los niveles escandalosos de desempleo –tanto para personas jóvenes como mayores, con cualificación y sin cualificación. El impacto a corto plazo provoca derroche personal y social del capital educativo: alta cualificación que no va a tener concordancia con el trabajo a realizar (en el caso de que se consiga); pérdida de talento que se va a buscar salidas en otros países; frustración y sensación de que todo el trayecto educativo ha servido para muy poco. En el plazo más largo todo esto no contribuye a dar valor a la educación. La relación causa efecto se rompe. Si en la primera fase se podría decir “trabaja en lugar de seguir estudiando porque ganas mucho dinero y ya” ahora sería “aunque estudies no te va a servir para nada”
Todas estas circunstancias, unidas a los recortes educativos, a la reducción de becas, la falta de apoyo a la investigación, avocan a un escenario muy previsible, entonces, ¿Nos podemos sorprender del deterioro educativo? Y mientras esto ocurre, cada vez que se habla de educación, como los caballitos de las ferias dando vueltas sin parar a los temas de siempre –que si ponemos una hora más o una hora menos de religión, que si los exámenes en julio o septiembre...
Necesitamos un gran acuerdo sobre modelo educativo, que tenga un amplio respaldo social y político, que acabe con el continuo manoseo partidario y además que el modelo esté conectado con un proyecto social y un modelo productivo que genere empleo suficiente y condiciones de vida dignas para la población. Desde estas dos premisas la educación cobrará más sentido, tendrá menos bandazos, será más valorada, servirá para las personas y para el desarrollo social. Pero para que esto ocurra no valen la ‘politiquería y los politiquillos’, hace falta hacer POLÍTICA y para ello POLÍTICOS.